martes, 14 de abril de 2009

HABEMUS PAPAM: DE LA GLORIA DEL OLIVO PUEDE SER ALEMÁN



Publicado en el Diario Extra el 18 de abril del 2005, previo a la elección de Su Santidad Benedicto XVI, vaticinando la elección de Joseph Ratzinger.



Las profecías atribuidas a San Malaquías, un monje irlandés nacido en 1094, retoman vigencia en los pasillos del estado más pequeño del mundo: el Vaticano, cuando la sede apostólica de Pedro se halla vacante.
El próximo 18 de abril, los 115 cardenales con derecho a voto (digo 115, porque dos de ellos se encuentran imposibilitados físicamente para completar los 117 electores con edad inferior a 80 años) pertenecientes a diversas regiones del mundo entrarán en cónclave (con llave) para elegir al sucesor de “Juan Pablo II Magno”, como le llamó el secretario de Estado vaticano, Angelo Sodano.
Al próximo papa, el 265 de la historia y el 111 en la lista de las profecías de San Malaquías, le corresponde la penúltima divisa de las profecías en cuestión: “de gloria olivae” (de la gloria del olivo). Ante la incertidumbre, y con la inminente aproximación de un cónclave, permítanme hacerme las siguientes preguntas:¿Jesuita o judío convertido al catolicismo? La palabra “olivo” para muchos sugiere la presencia de un jesuita en la silla de Pedro; para otros, el olivo representa al pueblo judío y por tanto las regiones de la Tierra Santa. Si nos ajustamos a este segunda interpretación, podríamos pensar que la Iglesia católica tendrá un papa descendiente de judíos, o bien un residente de Jerusalén.
Carlo María Martini, italiano de casi 80 años, ex arzobispo de Milán, hombre de libros y escrituras, actualmente se encuentra retirado en la cuidad de Jerusalén. Para muchos, un liberal, que incluso propuso en algún momento llamar a un Concilio Vaticano III, lo cual no fue bien visto por los sectores conservadores del Colegio Cardenalicio.
Martini ha sido “papable” para muchos vaticanistas en los últimos años, sin embargo con el pasar de los años ha ido encontrando enemigos en la carrera papal. Para los más escépticos, la frase del monje irlandés tan solo podría sugerir un adorno de olivos en el escudo papal del próximo sumo pontífice.
¿Americano o europeo? Los medios de comunicación han estado mencionando la posibilidad de un papa que provenga de Latinoamérica. Yo en lo particular lo veo un tanto soñador. Si bien es cierto, la región de la América Latina cuenta con la mayor cantidad de católicos, eso no quiere decir que sea un catolicismo maduro sino más bien una fe en proceso de maduración.
Los americanos contamos con grandes candidatos que podrían dar una sorpresa, la cual considero poco probable. El cardenal hondureño Óscar Rodríguez sería una magnífica opción para sentar a un latino en la silla de Pedro. Tiene capacidad intelectual, es estudioso, domina cerca de seis o siete lenguas, entre ella la “lingua italiana”, y tiene el carisma para llegar a las masas. A la par de él hay muchos otros candidatos de la región: un argentino, un brasileño, un cubano y dos mexicanos con excelentes atestados para llevar la barca de la Iglesia por el mar de este siglo.
Más aún, y a pesar de contar con muy buenos aspirantes, yo en lo particular no veo a un latino salir por la ventana del complejo vaticano cuando el cardenal protodiácono anuncie el tradicional “habemus papam”. Un papa procedente de Estados Unidos de América lo veo más que imposible. No es costumbre de la Iglesia dar más poder a los países que ya tienen una suficiente cuota de poder en el ámbito mundial. Mas no podemos vaticinar las decisiones que el Espíritu Santo pueda exigir a los cardenales, las cuales nuestro intelecto quizá no sea capaz de comprender.
Me queda pendiente responderme una pregunta: ¿un europeo? Precisamente esta es la pregunta que más ansias tenía por revelar. No me cabe duda que el sucesor de Juan Pablo II será un europeo. La Iglesia buscará un papado de transición. Los cardenales no querrán un pontificado tan largo como el de Karol Wojtyla y buscarán un hombre como Pablo VI, que sin bien no estuvo encerrado entre las paredes de su Vaticano, tampoco pisó tierra de tantos países y culturas como lo hizo de manera tan acertada el cardenal de Cracovia.
Veo un diplomático en la Santa Sede, un hombre de unos 75 a 80 años, con experiencia en el manejo de los asuntos de Cristo en la tierra. Definitivamente un conservador, con una doctrina férrea como la de Juan Pablo II, defensor de la vida, opuesto al aborto y la eutanasia, a favor de la Iglesia reinventada con el Concilio Vaticano II y en contra de movimientos actuales que desvirtúan la naturaleza humana, tales como los matrimonios entre cristianos del mismo sexo.
Con la descripción anterior, el primer nombre que viene a la mente es el del cardenal alemán Joseph Ratzinger, quien fue prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe en el papado del Santo polaco. Un hombre fuerte, a quien apodan el “cardenal de hierro”, teólogo conservador de 78 años, por quien se dice pasaban muchas de las decisiones emitidas por Juan Pablo II.
Si bien es cierto no encuentro ninguna similitud entre el “olivo” de Malaquías y este alemán conservador, tengo la impresión de que muchos de los cardenales están volviendo los ojos a él. Es importante tomar en cuenta que el vocablo “olivo” también hace referencia a la paz. Podríamos estar ante un papa que estreche los lazos con las religiones ortodoxas y propicie la tan deseada unión entre los credos hermanos, encontrando la paz tan anhelada con los patriarcas ortodoxos, principalmente con el Patriarca de Moscú. Un papa ecuménico, siguiendo los pasos de sus antecesores, que ya han dado muestras muy claras del deseo de unidad.
¿Un italiano? No creo que esté en la mente de los cardenales no italianos, pues sería retrógrado para una iglesia que demostró su universalidad con la elección de un papa polaco. Sin embargo, podría ser una opción en caso de no encontrar un europeo que cuente con el apoyo de los dos tercios requeridos para la elección. Un italiano de transición podría ser factible solo en el caso de no hallar un acuerdo para coronar a un europeo no italiano. Sin embargo sigo viendo a Ratzinger muy fuerte, por encima de los italianos.
¿Y la profecía atribuida a Juan Pablo II? Se dice que antes de 2003, en una conversación informal entre el Papa y algunos de sus cardenales, el primero dijo a los demás: “Mi sucesor aún no es cardenal”. Si esto tiene algo de cierto y algún sustento como para tomarlo en serio, entonces tendríamos que voltear los ojos a los cardenales nombrados en el Consistorio del 21 de octubre de 2003, ya que de ellos saldría el papa “de la gloria del olivo”.
En el consistorio en cuestión el Papa nombró 30 nuevos cardenales, entre los que yo citaría como papables los de edad avanzada, lo cual garantizaría un papado de transición. Así monseñor Julián Herranz, español y presidente del Consejo para la Interpretación de los Textos Legislativos, y miembro del Opus Dei, con 75 años, podría estar en lista por su edad, pero las puertas estarían casi cerradas por pertenecer a la prelatura del Opus Dei.
Otro candidato podría ser el francés Bernard Panafieu, de 74 años y arzobispo de Marsella. En la misma lista saltan dos italianos que han sido ampliamente mencionados por los medios: Angelo Scola, patriarca de Venecia, y Tarcisio Bertone, arzobispo de Génova. El primero con 64 años, muy joven desde mi óptica para un papado de transición, y Bertone, con 71 años, a quien el Papa encargó la redacción del tercer secreto de Fátima. Ambos con bastante peso en la Curia Romana.
Si la profecía atribuida a Juan Pablo II tiene algo de certeza y de seriedad, serían los cardenales antes mencionados los que podrían tener alguna opción de llegar al trono vaticano.
¿Y qué nombre adoptará? Hay que tomar en cuenta que casi la totalidad de los cardenales fueron nombrados por Juan Pablo II, esto nos indica que existe una alta probabilidad de que tengamos un Juan Pablo III, como agradecimiento y homenaje a su antecesor. Puede que un cardenal deseoso de convocar a un nuevo concilio vaticano adopte el nombre de Juan XXIV, de forma consecuente con Juan XXIII, quien convocó al Concilio Vaticano II. Si Ratzinger llega a la silla papal, bien podría llevar el nombre de Juan Pablo, pero también podría inclinarse por Pablo VII, ya que fue Pablo VI quien lo hizo cardenal.
¿Quién será “de la gloria del olivo”? “Quien entra papable sale cardenal”, reza un viejo dicho en el Vaticano. Así que los vaticinios por encontrar el nombre del papa que llevará sobre su hombro el lema de San Malaquías seguirá siendo solo un augurio y una aproximación racional al pensamiento de los cardenales electores.
Aunque Joseph Ratzinger siga siendo el cardenal que veo como sucesor de Juan Pablo II, pueden existir sorpresas, más si tomamos en cuenta que para ser sumo pontífice de Roma solo se requiere ser varón, mayor de edad y católico. Entonces tendremos tantas opciones como católicos apostólicos y romanos de sexo masculino haya en el mundo. Dejémosle esta tarea al Espíritu Santo, que al final es quien toma la decisión.
Y mientras tanto, como yo también podría ser un candidato, dado que cumplo con los requisitos que exige la Iglesia (aunque no sea espiritualmente digno para tal nombramiento), mejor de antemano voy pensando en el nombre que tomaría en caso de ser llamado a la Sede Papal, que sin duda sería el segundo nombre que mis padres escogieron en la pila de bautismo.
Por ello, si tengo que salir al balón vaticano y dar la primera bendición urbi et orbi (a la ciudad y al mundo) de mi pontificado, tendría que ir ensayando algunas palabras en italiano: Io sono il papa Antonio I. Grazie.
¿Un papa alemán? ¿Joseph Ratzinger? Muy probable.
Por: Jorge Zúñiga Abarca

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