martes, 14 de abril de 2009

Diaconado Permanente en Costa Rica


Recuerdo que hace un año, cuando me presenté al Sacerdote con mi novia (ahora mi esposa) para pedirle nos casara, le confensé lo que otras veces ya le había dicho a ella, mi intención de poder en algunos años ahondar en lo que creo es una vocación de Diaconado Permanente. En ese momento el sacerdote sonrió ante mi confesión y recuerdo que me indicó que en Costa Rica aún no era posible optar por ese grado. Yo lo sabía, pero albergaba en aquel momento la esperanza de que un día esa posibilidad fuese realidad en mi país. No he tenido que esperar mucho, tan sólo un año después, el Arzobispado de San José ha resulto dar inicio con la educación de todos aquellos varones casados que quieran servir a la Iglesia como diáconos permanentes. Yo tendré que esperar al menos 9 años, puesto que uno de los requisitos es tener 10 años de casados, y por supuesto deberé esperar que el Espíritu Santo sea quien madure en mi la vocación o bien deseche en mi la ilusión.


Más allá de mis ilusiones, la decisión de Arzobispo Metropolitano en torno a este grado consagrado, me parece una atinada idea, más bien un poco atrasada puesto que el diaconado permanente fue nuevamente aceptado en la Iglesia, posterior al Concilio Vaticano Segundo, es decir el la década del 60. Y no es una crítica al señor Arzobispo, puesto que quizá las condiciones aún no estaban dadas y la decisión tuvo que ser postergada. En Costa Rica hemos tenido que esperar más de 40 años para contar con una escuela de formación para aquellos hombres casados que sientan vocación de servir a la Iglesia, sin embargo en buena hora la espera a terminado.


La Iglesia de hoy en día, y la de Iglesia de siempre, ha tenido que enfrentar la difícil situación de la falta de vocaciones sacerdotales, puesto que muchas es la mies pero pocos los trabajadores, por lo que siempre he creído que el grado de Diácono Permanente viene de alguna manera a ayudar en este déficit de vocaciones. No se entienda mal, el diácono de ninguna manera va a sustituir al sacerdote ni podrá jamás igualarse su labor eclesiástica, pero si podría ser de vital ayuda en cominidades alejadas, donde el sacerdote no le es posible atender el sin número de tareas que se le presentan, y el diácono puede venir a aliviar esta carga y a acompañar al creyente más de cerca en su caminar de la fe. Y es que el Diácono permanente puede celebrar funerales, matrimonios, y otras tareas que de alguna u otra forma le restan tiempo y debida atención a los párrocos.


De tal forma, que celebro la decisión de Monseñor Hugo Barrantes, aliento a quienes dan inicio en camino hacia el Diaconado Permanente, y pido a Dios para que este programa sea un éxito en mi País, y que con el paso del tiempo se pueda consolidar al servicio de nuestra Iglesia. Ahora está abierto el reto, para que los inscritos en el programa, los cuales han superado las expectativas, sean realmente vocaciones y no ilusiones. Que Dios les guié en su camino al servicio de la Iglesia.

TLC: ARIAS Y SUS CARENCIAS EN ASUNTOS VATICANOS


Publicado en el Diario Extra el 28 de agosto del 2006



En días pasados me sorprendió muchísimo escuchar las declaraciones del presidente de la República, Óscar Arias, luego de la visita que éste le hiciera a Su Santidad, el papa Benedicto XVI. Y es que la sorpresa me saltó al escuchar que, según el Presidente, el cardenal Angelo Sodano, actual secretario de Estado Vaticano (digo actual, pues en los próximos meses será sustituido por el cardenal Tarcisio Bertone), enviaría una carta a la Conferencia Episcopal Costarricense, trazando lineamientos claros a seguir, de manera que los obispos de nuestro país, tuvieran una posición más abierta a la aprobación del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos de Norteamérica. Nótese que mi tema no es ni a favor ni en contra de la aprobación del mencionado tratado, sino más bien, este comentario va orientado a la ignorancia del señor Presidente. No puedo creer que el señor Arias tenga tanto desconocimiento en asuntos vaticanos. Y el asunto no está en ese desconocimiento, porque está en su derecho de no manejar todos los temas, sino en que trate de navegar en aguas que claramente, y desde muy lejos, se nota desconoce por completo. Señor presidente: el vaticano no acostumbra a trabajar de esa forma. Son religiosos no políticos. El cardenal secretario de estado no envía notas a las conferencias episcopales de ningún país, para girar instrucciones sobre las posiciones que se debe tener sobre un determinado tema político. Muy por el contrario, confía a plenitud en el conocimiento de los obispos locales, y cuando requiere de una ampliación del tema, son invitados a Roma, la ciudad eterna, para ser tratado el asunto bajo los protocolos diplomáticos de la Santa Sede.
Aquella sospecha de ignorancia del Presidente de la República de Costa Rica, me dejó por varios días sumido en un dilema: no entiendo si al final es ignorancia, o ganas de engañar a quienes no conocen de los manejos vaticanos, e intentar utilizar la credibilidad del Vaticano, a través de palabras que nunca pronunció el cardenal Sodano, para inclinar a una opinión pública de mayoría católica, a tomar partido a favor del Tratado de la discordia, y así empujar la aprobación de éste. Voy a jugar de poco analítico e ingenuo, y casi de poco inteligente, para creer que el señor Presidente entendió mal lo que dijo Angelo Sodano, y que su ignorancia en el tema lo hizo precipitarse en sus apreciaciones.
Mis pensamientos me quedaron clarísimos, y el tiempo me dio la razón, de que mis conocimientos sobre manejos vaticanos, los cuales no han de ser muy amplios, más por lo menos están por encima de los que posee el señor Arias, puesto que el 28 de junio del año en curso, el Secretario de Estado Vaticano, envía una carta a la Conferencia Episcopal Costarricense, en la cual hace constar que recibió de parte de los obispos costarricenses algunas “reflexiones sobre la posición de la Conferencia Episcopal de Costa Rica acerca del Tratado de Libre Comercio de Centroamérica con los Estados Unidos”. Además, en su carta agrega: “Estoy convencido de que precisamente en este campo tan delicado es necesario promover, como Ustedes lo están haciendo, un diálogo sereno y una colaboración consensual con todas las partes interesadas, pues éstos son unos presupuestos básicos para lograr el deseado bien común…”.
Ahora me pregunto: ¿Esa sería la carta que el señor Arias esperaba?, no lo creo, porque la carta se apega a la forma de trabajar de la Santa Sede, y como verán, dista mucho de las pretensiones, ilusiones e imaginaciones de nuestro presidente. Así que: “zapatero a tus zapatos”.
Como era de esperar, el Vaticano no envió a nuestros obispos el regaño que anunció con bombos y platillos el Presidente de la República, muy por el contrario, los invitó a seguir con un diálogo “sereno y una colaboración consensual”.
Al final del día, llegué a pensar que no fue ni ignorancia ni tampoco mala intención, debió ser un sueño que tuvo el Presidente en el avión, tras el cansancio del viaje, o bien, un problema de idioma. A veces el cansancio es así, lo hace a uno desvariar y lo deja mal parado. Para concluir, solo un consejo, si me lo permite: Señor Presidente, para el próximo viaje al Vaticano debería considerar la posibilidad de llevar consigo un traductor, o al menos un diccionario de bolsillo, para conversar con mayor facilidad con el Secretario de Estado, porque a pesar de que él habla español, debido a su estancia en Chile durante la dictadura de Pinochet, parece que usted no le entendió o tuvo dificultades en comprenderlo. Sí, yo sé, sus acentos italianos mezclados con el español, a veces son difíciles, a pesar de que ambos idiomas son lenguas romances. Y no sobra repetirlo: “zapatero a tus zapatos”.

Por: Jorge Zúñiga Abarca

HABEMUS PAPAM: DE LA GLORIA DEL OLIVO PUEDE SER ALEMÁN



Publicado en el Diario Extra el 18 de abril del 2005, previo a la elección de Su Santidad Benedicto XVI, vaticinando la elección de Joseph Ratzinger.



Las profecías atribuidas a San Malaquías, un monje irlandés nacido en 1094, retoman vigencia en los pasillos del estado más pequeño del mundo: el Vaticano, cuando la sede apostólica de Pedro se halla vacante.
El próximo 18 de abril, los 115 cardenales con derecho a voto (digo 115, porque dos de ellos se encuentran imposibilitados físicamente para completar los 117 electores con edad inferior a 80 años) pertenecientes a diversas regiones del mundo entrarán en cónclave (con llave) para elegir al sucesor de “Juan Pablo II Magno”, como le llamó el secretario de Estado vaticano, Angelo Sodano.
Al próximo papa, el 265 de la historia y el 111 en la lista de las profecías de San Malaquías, le corresponde la penúltima divisa de las profecías en cuestión: “de gloria olivae” (de la gloria del olivo). Ante la incertidumbre, y con la inminente aproximación de un cónclave, permítanme hacerme las siguientes preguntas:¿Jesuita o judío convertido al catolicismo? La palabra “olivo” para muchos sugiere la presencia de un jesuita en la silla de Pedro; para otros, el olivo representa al pueblo judío y por tanto las regiones de la Tierra Santa. Si nos ajustamos a este segunda interpretación, podríamos pensar que la Iglesia católica tendrá un papa descendiente de judíos, o bien un residente de Jerusalén.
Carlo María Martini, italiano de casi 80 años, ex arzobispo de Milán, hombre de libros y escrituras, actualmente se encuentra retirado en la cuidad de Jerusalén. Para muchos, un liberal, que incluso propuso en algún momento llamar a un Concilio Vaticano III, lo cual no fue bien visto por los sectores conservadores del Colegio Cardenalicio.
Martini ha sido “papable” para muchos vaticanistas en los últimos años, sin embargo con el pasar de los años ha ido encontrando enemigos en la carrera papal. Para los más escépticos, la frase del monje irlandés tan solo podría sugerir un adorno de olivos en el escudo papal del próximo sumo pontífice.
¿Americano o europeo? Los medios de comunicación han estado mencionando la posibilidad de un papa que provenga de Latinoamérica. Yo en lo particular lo veo un tanto soñador. Si bien es cierto, la región de la América Latina cuenta con la mayor cantidad de católicos, eso no quiere decir que sea un catolicismo maduro sino más bien una fe en proceso de maduración.
Los americanos contamos con grandes candidatos que podrían dar una sorpresa, la cual considero poco probable. El cardenal hondureño Óscar Rodríguez sería una magnífica opción para sentar a un latino en la silla de Pedro. Tiene capacidad intelectual, es estudioso, domina cerca de seis o siete lenguas, entre ella la “lingua italiana”, y tiene el carisma para llegar a las masas. A la par de él hay muchos otros candidatos de la región: un argentino, un brasileño, un cubano y dos mexicanos con excelentes atestados para llevar la barca de la Iglesia por el mar de este siglo.
Más aún, y a pesar de contar con muy buenos aspirantes, yo en lo particular no veo a un latino salir por la ventana del complejo vaticano cuando el cardenal protodiácono anuncie el tradicional “habemus papam”. Un papa procedente de Estados Unidos de América lo veo más que imposible. No es costumbre de la Iglesia dar más poder a los países que ya tienen una suficiente cuota de poder en el ámbito mundial. Mas no podemos vaticinar las decisiones que el Espíritu Santo pueda exigir a los cardenales, las cuales nuestro intelecto quizá no sea capaz de comprender.
Me queda pendiente responderme una pregunta: ¿un europeo? Precisamente esta es la pregunta que más ansias tenía por revelar. No me cabe duda que el sucesor de Juan Pablo II será un europeo. La Iglesia buscará un papado de transición. Los cardenales no querrán un pontificado tan largo como el de Karol Wojtyla y buscarán un hombre como Pablo VI, que sin bien no estuvo encerrado entre las paredes de su Vaticano, tampoco pisó tierra de tantos países y culturas como lo hizo de manera tan acertada el cardenal de Cracovia.
Veo un diplomático en la Santa Sede, un hombre de unos 75 a 80 años, con experiencia en el manejo de los asuntos de Cristo en la tierra. Definitivamente un conservador, con una doctrina férrea como la de Juan Pablo II, defensor de la vida, opuesto al aborto y la eutanasia, a favor de la Iglesia reinventada con el Concilio Vaticano II y en contra de movimientos actuales que desvirtúan la naturaleza humana, tales como los matrimonios entre cristianos del mismo sexo.
Con la descripción anterior, el primer nombre que viene a la mente es el del cardenal alemán Joseph Ratzinger, quien fue prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe en el papado del Santo polaco. Un hombre fuerte, a quien apodan el “cardenal de hierro”, teólogo conservador de 78 años, por quien se dice pasaban muchas de las decisiones emitidas por Juan Pablo II.
Si bien es cierto no encuentro ninguna similitud entre el “olivo” de Malaquías y este alemán conservador, tengo la impresión de que muchos de los cardenales están volviendo los ojos a él. Es importante tomar en cuenta que el vocablo “olivo” también hace referencia a la paz. Podríamos estar ante un papa que estreche los lazos con las religiones ortodoxas y propicie la tan deseada unión entre los credos hermanos, encontrando la paz tan anhelada con los patriarcas ortodoxos, principalmente con el Patriarca de Moscú. Un papa ecuménico, siguiendo los pasos de sus antecesores, que ya han dado muestras muy claras del deseo de unidad.
¿Un italiano? No creo que esté en la mente de los cardenales no italianos, pues sería retrógrado para una iglesia que demostró su universalidad con la elección de un papa polaco. Sin embargo, podría ser una opción en caso de no encontrar un europeo que cuente con el apoyo de los dos tercios requeridos para la elección. Un italiano de transición podría ser factible solo en el caso de no hallar un acuerdo para coronar a un europeo no italiano. Sin embargo sigo viendo a Ratzinger muy fuerte, por encima de los italianos.
¿Y la profecía atribuida a Juan Pablo II? Se dice que antes de 2003, en una conversación informal entre el Papa y algunos de sus cardenales, el primero dijo a los demás: “Mi sucesor aún no es cardenal”. Si esto tiene algo de cierto y algún sustento como para tomarlo en serio, entonces tendríamos que voltear los ojos a los cardenales nombrados en el Consistorio del 21 de octubre de 2003, ya que de ellos saldría el papa “de la gloria del olivo”.
En el consistorio en cuestión el Papa nombró 30 nuevos cardenales, entre los que yo citaría como papables los de edad avanzada, lo cual garantizaría un papado de transición. Así monseñor Julián Herranz, español y presidente del Consejo para la Interpretación de los Textos Legislativos, y miembro del Opus Dei, con 75 años, podría estar en lista por su edad, pero las puertas estarían casi cerradas por pertenecer a la prelatura del Opus Dei.
Otro candidato podría ser el francés Bernard Panafieu, de 74 años y arzobispo de Marsella. En la misma lista saltan dos italianos que han sido ampliamente mencionados por los medios: Angelo Scola, patriarca de Venecia, y Tarcisio Bertone, arzobispo de Génova. El primero con 64 años, muy joven desde mi óptica para un papado de transición, y Bertone, con 71 años, a quien el Papa encargó la redacción del tercer secreto de Fátima. Ambos con bastante peso en la Curia Romana.
Si la profecía atribuida a Juan Pablo II tiene algo de certeza y de seriedad, serían los cardenales antes mencionados los que podrían tener alguna opción de llegar al trono vaticano.
¿Y qué nombre adoptará? Hay que tomar en cuenta que casi la totalidad de los cardenales fueron nombrados por Juan Pablo II, esto nos indica que existe una alta probabilidad de que tengamos un Juan Pablo III, como agradecimiento y homenaje a su antecesor. Puede que un cardenal deseoso de convocar a un nuevo concilio vaticano adopte el nombre de Juan XXIV, de forma consecuente con Juan XXIII, quien convocó al Concilio Vaticano II. Si Ratzinger llega a la silla papal, bien podría llevar el nombre de Juan Pablo, pero también podría inclinarse por Pablo VII, ya que fue Pablo VI quien lo hizo cardenal.
¿Quién será “de la gloria del olivo”? “Quien entra papable sale cardenal”, reza un viejo dicho en el Vaticano. Así que los vaticinios por encontrar el nombre del papa que llevará sobre su hombro el lema de San Malaquías seguirá siendo solo un augurio y una aproximación racional al pensamiento de los cardenales electores.
Aunque Joseph Ratzinger siga siendo el cardenal que veo como sucesor de Juan Pablo II, pueden existir sorpresas, más si tomamos en cuenta que para ser sumo pontífice de Roma solo se requiere ser varón, mayor de edad y católico. Entonces tendremos tantas opciones como católicos apostólicos y romanos de sexo masculino haya en el mundo. Dejémosle esta tarea al Espíritu Santo, que al final es quien toma la decisión.
Y mientras tanto, como yo también podría ser un candidato, dado que cumplo con los requisitos que exige la Iglesia (aunque no sea espiritualmente digno para tal nombramiento), mejor de antemano voy pensando en el nombre que tomaría en caso de ser llamado a la Sede Papal, que sin duda sería el segundo nombre que mis padres escogieron en la pila de bautismo.
Por ello, si tengo que salir al balón vaticano y dar la primera bendición urbi et orbi (a la ciudad y al mundo) de mi pontificado, tendría que ir ensayando algunas palabras en italiano: Io sono il papa Antonio I. Grazie.
¿Un papa alemán? ¿Joseph Ratzinger? Muy probable.
Por: Jorge Zúñiga Abarca

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