El mismo día de la elección de Jorge Mario Bergoglio como papa, ya se vislumbraba un cambio en la institución del papado. Empezando por el nombre escogido: Francisco. Ningún otro papa se ha llamado así. Luego, en cuanto se asomó al balcón de las bendiciones para saludar al pueblo congregado en la Plaza de San Pedro, se dejó ver sin la indumentaria papal, sin la cruz pectoral dorada, sin la muceta e incluso sin la estola papal para la bendición. Está ultima la utilizó solamente en el instante de dar la bendición, y él mismo se la retiró. Nunca más la volvió a usar, de ahí en adelante ha utilizado estolas sencillas, rompiendo con la tradición de las insignias papales.
Posteriormente, muchos otros cambios, zapatos negros, no utiliza el anillo del pescador, y algunos detalles insignificantes para algunos y para otros más importantes, que reflejan de alguna manera un rompimiento con la tradición.
Más allá de indumentarias y cruces pectorales, el rompimiento se ha dado en circunstancias mucho más llamativas, como la negativa del Papa de autodenominarse “Papa”, sino que por el contrario la insistencia en solamente presentarse como Obispo de Roma. En el viaje de regreso de la Jornada Mundial de la Juventud, se da otro hecho que llama la atención: al preguntarle un periodista sobre temas de homosexualidad, el Papa responde que “el no es quien para juzgar”. Acá me detengo. No pretendo hacer un análisis teológico de la cuestión. Sin embargo, a pesar de que sus palabras suenen muy bonitas, y tengan contentos a las mayorías, en mi opinión personal, no parece muy adecuando que el Papa indique que no puede juzgar. ¿Qué por qué no me parece adecuado? Pues, me acuerdo de las palabras bíblicas: “…todo lo que ates en la tierra será atado en el cielo; y todo lo que desates en la tierra será desatado en los cielos” (San Mateo 16:19).. Pareciera que de alguna manera el Papa está renunciando a este poder dado por el mismo Cristo. Es como si el exceso de humildad y caridad, de alguna manera lo alejan del peso de su ministerio: atar y desatar.
Ahora bien, está la otra cara de la moneda. Están los que piensan que todos estos signos del Papa, nos están llevando a una revolución, a una puesta al día del Papado, incluso a una figura papal que potenciará la sinodalidad de la Iglesia, y que despojarse de todas las indumentarias papales, refleja una gran humildad, tanto así, que con esa humildad y amor por los pobres el Papa Francisco representa mejor las enseñanzas de Cristo.
Pues bien, sólo el tiempo nos dirá si estamos frente a una crisis en la identidad del Papado, con un Papa que no se siente Papa, o si por el contrario estamos frente a la mayor revolución del Papado de los últimos siglos, y frente al Papa cercano y humilde que necesita la Iglesia. ¿Crisis de identidad o revolución? Sólo Dios sabrá.
Por: Jorge Zúñiga Abarca
No hay comentarios:
Publicar un comentario